La hipertensión es uno de esos síntomas que muchas personas conocen, pero que pocos logran comprender de verdad. Cuando hablamos de hipertensión, no solo nos referimos a un número elevado en la medición de la presión arterial, sino a un profundo mensaje del cuerpo que, a menudo, tiene mucho que ver con nuestras emociones y experiencias vitales.
Desde la perspectiva de la Nueva Medicina Germánica y la Biodescodificación, se considera que los síntomas no son «errores» del organismo, sino respuestas biológicas que cumplen con un sentido biológico. La hipertensión, en particular, puede estar relacionada con conflictos emocionales intensos, como el estrés, la presión por cumplir con expectativas externas, o la sensación de estar en la cuerda floja, como si estuvieras a punto de estallar. El cuerpo, al percibir una amenaza, responde aumentando la presión para asegurarse de que pueda actuar rápidamente, ya sea enfrentando el reto o huyendo de él.
Emocionalmente, las personas que sufren de hipertensión a menudo sienten que no pueden expresar lo que realmente sienten, o que hay cosas que les generan una presión interna constante. Esto puede estar relacionado con situaciones familiares, laborales o personales donde sienten que no tienen el control o que deben aferrarse a ciertas responsabilidades que les pesan.
Al trabajar con este síntoma, es fundamental mirar hacia adentro y preguntarse: ¿Qué es lo que realmente me está preocupando? ¿Cuál es ese conflicto que no estoy pudiendo resolver, o que me está generando tanta presión?
Te propongo algunas herramientas para empezar a accionar en este aspecto. La primera es hacer un ejercicio de autoindagación. Dedica unos minutos al día para sentarte en un lugar tranquilo, cerrar los ojos y preguntarte: “¿Qué es lo que realmente me estresa? ¿Hay algo sin resolver en mi vida?”. Permítete sentir lo que surja.
También podrías incorporar el Ho’oponopono, una hermosa técnica que nos ayuda a liberar emociones. Repite estas frases mientras te concentras en tu corazón o en la zona donde sientes la tensión: «Lo siento, perdón, te amo, gracias». Este mantra puede ayudarte a liberar las cargas que a veces llevamos sin darnos cuenta.
Por otro lado, incluir prácticas de mindfulness en tu rutina puede ser de gran ayuda. Cada vez que sientas que la presión aumenta, intenta hacer una pausa, respira profundamente y centra tu atención en el momento presente. Date el permiso de sentir y dejar ir las emociones que no te sirven.
En definitiva, la hipertensión es un llamado a prestar atención, a escuchar tu cuerpo y tus emociones. Recordá que no estás solo en este camino y que cada paso que des hacia la comprensión de tus conflictos internos te acercará más a un estado de bienestar.
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